El arte, más que la experiencia, es ciencia

La frase de Aristóteles, "El arte, más que la experiencia, es ciencia; porque los hombres de arte pueden enseñar, y los hombres de experiencia no," plantea una distinción esencial entre dos formas de conocimiento: el práctico y el teórico-sistemático. En el contexto aristotélico, "arte"  se refiere a una habilidad que combina la experiencia con principios universales, lo que permite no solo ejecutar una tarea, sino también transmitir el conocimiento sobre cómo hacerlo. Por otro lado, la "experiencia" es un conocimiento derivado únicamente de la repetición y la observación empírica, sin necesariamente comprender las causas subyacentes.

Aristóteles resalta que el verdadero conocimiento requiere un componente explicativo, que permita identificar las razones de por qué algo funciona de una manera específica. Este carácter explicativo, presente en el arte como ciencia aplicada, otorga a quien lo posee la capacidad de enseñar a otros. En contraste, la experiencia se basa en un conocimiento implícito o tácito, que aunque valioso, carece de la estructura necesaria para ser compartido de forma efectiva.

En términos contemporáneos, podríamos decir que esta idea se manifiesta en la diferencia entre un técnico altamente experimentado y un ingeniero: el primero puede solucionar problemas basándose en su práctica constante, pero el segundo puede no solo resolverlos, sino también sistematizarlos, mejorarlos y transmitir el conocimiento a otros.

Esta reflexión también nos invita a valorar la importancia del aprendizaje estructurado y la enseñanza como una herramienta para trascender las limitaciones individuales, permitiendo que el conocimiento se convierta en un bien colectivo y progresivo. Aristóteles, con esta afirmación, nos guía hacia una apreciación más profunda de la ciencia como un puente entre el conocimiento práctico y la comprensión universal.