La vida tiene que inventar su propio destino

Nuestra existencia, descrita como un "repertorio de posibilidades", está dotada de una magnitud y diversidad sin precedentes. Esto sugiere que nunca antes en la historia habíamos tenido tantas opciones para construir nuestras trayectorias individuales y colectivas. Sin embargo, esta amplitud también trae consigo una complejidad inherente.

Al describir que la vida "ha desbordado todos los cauces, principios, normas e ideales legados por la tradición", se reconoce que las estructuras y valores heredados de generaciones pasadas ya no son suficientes para contener o guiar nuestras experiencias. El cambio acelerado en las esferas tecnológica, cultural y social ha desestabilizado los paradigmas tradicionales, dejándonos con una existencia más rica pero también más incierta.

La afirmación "es más vida que todas las vidas, y por lo mismo más problemática" destaca un contraste central: la expansión de posibilidades conlleva una carga. En este contexto, la abundancia no solo se experimenta como oportunidad, sino también como un desafío existencial. La vida moderna, con su vastedad, requiere un esfuerzo consciente para encontrar dirección y sentido.

La idea de que "no puede orientarse en el pretérito" subraya una ruptura con el pasado. En lugar de recurrir exclusivamente a lo que fue, la vida contemporánea exige creatividad, innovación y un replanteamiento constante de nuestras metas y valores. "Tiene que inventar su propio destino" plantea un desafío estimulante pero difícil: en un mundo donde los mapas ya no son aplicables, debemos dibujar los propios. Esto implica asumir una responsabilidad sin precedentes sobre nuestras decisiones, individuales y colectivas, y aceptar la incertidumbre como compañera inevitable.

Debemos responder al reto de vivir en un mundo que nos exige ser tanto exploradores como creadores de nuestra propia existencia.