Lo narrado es un «fue»

Narrar es un acto de recuperar y dar forma a lo que ya no está. En este proceso, lo que fue —el pasado concreto, irrepetible y lleno de matices— se transforma en un esquema, en una representación reducida de aquello que alguna vez existió en toda su complejidad. Este «fue» no es el pasado en sí mismo, sino la forma que dejamos que ocupe en el presente.

Cada relato es una reconstrucción parcial, condicionada por la memoria, el lenguaje y la perspectiva de quien narra. Lo narrado se convierte así en una versión seleccionada y organizada del pasado, un eco o una sombra que nos permite, aunque sea de forma limitada, evocar lo que está ausente. Pero este esquema nunca logra abarcar plenamente el acontecimiento original, ya que siempre deja fuera matices, sentimientos y contextos que no pueden ser encapsulados en palabras.

Sin embargo, es precisamente en esta limitación donde reside su poder. Lo narrado no solo nos conecta con lo ausente, sino que lo recrea y redefine. Este acto de esquematización le otorga al «fue» una nueva vida en el presente, adaptada a las necesidades y comprensiones del momento actual. Así, narrar no es solo un acto de recordar, sino también de reinterpretar, de dotar al pasado de una vigencia renovada.

En definitiva, lo narrado no es solo una huella del pasado, sino una forma de dialogar con él, transformándolo en algo significativo para el presente y el futuro.