Las ideas genéricas o ampliamente aceptadas funcionan como vehículos predeterminados para el pensamiento. Tal como los tranvías siguen rutas establecidas, los lugares comunes llevan la reflexión por caminos ya transitados, evitando la necesidad de explorar territorios inexplorados del intelecto.
Desarrollo:
1. Eficiencia vs. originalidad: Los lugares comunes facilitan la comunicación, ya que proporcionan un marco de referencia compartido. Sin embargo, al depender de ellos, se sacrifica la originalidad y la profundidad, ya que nos limitamos a ideas ya pensadas y aceptadas.
2. Limitación del pensamiento crítico: Si bien los tranvías llevan a destinos conocidos, no permiten desviarse hacia nuevas rutas. De manera similar, los lugares comunes pueden bloquear el pensamiento crítico al promover la comodidad de la familiaridad sobre la incomodidad de cuestionar lo establecido.
3. Facilidad y riesgo: Utilizar lugares comunes es eficiente, especialmente en contextos donde la rapidez o la simplicidad son necesarias. No obstante, confiar exclusivamente en ellos puede fomentar la mediocridad intelectual, reduciendo nuestra capacidad para pensar de manera innovadora.
4. El desafío de abandonar el tranvía: Para superar los límites de los lugares comunes, es necesario "bajarse del tranvía" y aventurarse en territorios menos explorados. Esto implica aceptar la incertidumbre y el esfuerzo de construir ideas nuevas o reinterpretar las existentes.
5. Rol en la sociedad: Los lugares comunes son esenciales en ciertos contextos, como en la educación inicial o en el discurso popular, donde actúan como puentes que conectan a las personas. Sin embargo, su repetición sin cuestionamiento puede estancar el progreso cultural e intelectual.
En resumen, si bien los lugares comunes son útiles, no deben convertirse en nuestra única forma de pensar, pues el verdadero avance intelectual ocurre fuera de las rutas trazadas.