"Antes no existíamos y algún día dejaremos de existir"

Esta cita nos sitúa frente a una de las reflexiones más profundas sobre nuestra naturaleza y condición humana. Nos recuerda que nuestra existencia es efímera, limitada por dos infinitos silencios: el que precedió nuestro nacimiento y aquel que seguirá tras nuestra muerte.

Esta idea invita a aceptar con serenidad la temporalidad de nuestra vida, comprendiendo que no somos el centro ni el fin último del universo, sino viajeros breves en un flujo constante de tiempo y materia. Reconocer que nuestra existencia es un breve destello entre dos eternidades de inexistencia puede, paradójicamente, llenarnos de significado. Nos anima a valorar profundamente el presente, a vivir con plena conciencia, a atesorar los momentos y las relaciones, sabiendo que nada dura para siempre.

Aceptar nuestra finitud no es motivo de desesperanza, sino un estímulo poderoso para vivir con intensidad, honestidad y propósito.