Cuando lograr eclipsa perder

Entre la confianza del experto y la ceguera del entusiasmo

Una investigación reciente reveló una brecha llamativa: mientras el 87 % de los científicos que trabajan con inteligencia artificial cree que sus beneficios superan los riesgos, solo el 57 % del público general opina lo mismo. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Por qué quienes están más cerca de la tecnología confían más que quienes la observan desde fuera?

Podríamos pensar que la confianza nace del conocimiento. Quien estudia, experimenta y comprende los mecanismos de una tecnología, es lógico que le tenga menos miedo. Pero también es posible que esa proximidad reduzca la capacidad de ver sus efectos colaterales. El entusiasmo por lo que se puede lograr puede nublar la percepción de lo que se puede perder.


Esa frase encierra una tensión constante entre progreso y prudencia. No es una crítica al avance, sino una advertencia sobre su posible ceguera. El entusiasmo es una fuerza poderosa. Nos impulsa a crear, a innovar, a imaginar lo que aún no existe. Pero cuando solo se pondera lo que se puede lograr, todo parece progreso. Cuando también se considera lo que podemos perder, surge una visión más compleja, más humana, más justa.

Desde el otro lado, el ciudadano común no domina los códigos ni los lenguajes de la IA. La ve como un poder abstracto que escapa a su control, que avanza demasiado rápido y que ya empieza a afectar su vida diaria. En esa intuición también hay sabiduría. A veces, la distancia no significa ignorancia, sino una mirada más amplia, menos comprometida emocionalmente con el avance.

La paradoja es clara: cuanto más sabes de algo, más tiendes a confiar en su potencial. Pero también, cuanto más confías, más puedes dejar de cuestionar. Y si no cuestionamos lo que estamos dispuestos a sacrificar, terminaremos celebrando logros que no recordamos haber elegido... al precio de cosas que no supimos que eran valiosas hasta que desaparecieron.

Quizá no se trate de elegir entre confianza e ignorancia, sino de construir una inteligencia colectiva donde el saber técnico se mezcle con la sensibilidad social. Donde los expertos escuchen el miedo del público no como ignorancia, sino como señal de alerta. Porque si la IA va a redibujar el futuro de todos, entonces la pregunta no es solo qué pueden ver los científicos, sino también qué no están viendo.