Esta afirmación abre una reflexión profunda sobre el origen y las características de la técnica en nuestra era. La técnica contemporánea, como la entendemos, surge de la interacción dinámica entre el desarrollo científico-experimental y los intereses económicos del capitalismo. Este "matrimonio" ha dado lugar a un progreso técnico sin precedentes, donde los descubrimientos científicos no solo se han convertido en conocimiento, sino en productos, herramientas y sistemas que transforman la sociedad.
Sin embargo, la cita también nos invita a cuestionar una suposición común: no toda técnica es científica. Esto implica que no todo avance técnico está fundamentado en el método experimental o el rigor científico. Muchas prácticas técnicas, especialmente en culturas tradicionales o contextos no industrializados, han surgido de la observación empírica, la experiencia acumulada o incluso la intuición, sin depender de la validación científica. Estas técnicas, aunque no científicas, también son formas válidas de interacción con el mundo.
Por tanto, esta dualidad plantea un dilema ético y filosófico. ¿Cómo diferenciamos las técnicas cuyo desarrollo responde exclusivamente a la búsqueda de conocimiento frente a aquellas impulsadas por el afán de lucro? Además, ¿cómo preservamos y valoramos las técnicas tradicionales frente a un sistema que tiende a privilegiar la tecnociencia asociada al capitalismo?
La técnica contemporánea, influenciada por las demandas del mercado, a menudo prioriza la eficiencia y la rentabilidad sobre otros valores fundamentales como la sostenibilidad, la equidad o el bienestar social. En este contexto, las técnicas "científicas" no siempre son neutras, pues están determinadas por intereses específicos que moldean su orientación y su impacto.
Finalmente, esta reflexión nos invita a repensar cómo orientamos el desarrollo técnico en el futuro. ¿Es posible recuperar una relación más equilibrada entre la ciencia, la técnica y los valores humanos, evitando que el capitalismo monopolice la dirección de nuestros avances? ¿Cómo asegurarnos de que la técnica, científica o no, esté al servicio de un progreso verdaderamente humano y no únicamente económico?