La televisión como tranvía intelectual

La televisión y las películas, en su capacidad para cautivar, entretener e informar, pueden ser vistos como tranvías intelectuales que transportan a las personas a través de narrativas y conceptos predeterminados. Al igual que los tranvías, ofrecen un trayecto cómodo, con una dirección clara y sin la necesidad de que el espectador participe activamente en el diseño del recorrido.

La televisión como tranvía intelectual

La programación televisiva, especialmente en su formato tradicional, sigue horarios fijos y estructuras repetitivas. Los programas de noticias, las telenovelas, los concursos y las series ofrecen rutas preestablecidas, diseñadas para captar la atención y llevar al espectador a un destino emocional o intelectual esperado. A menudo, los temas tratados son comunes, universales y fácilmente digeribles, lo que fomenta una experiencia compartida, pero rara vez desafían al espectador a cuestionar profundamente lo que ve.

Por ejemplo, un programa de noticias puede proporcionar una versión simplificada y, en ocasiones, sesgada de los acontecimientos globales. El espectador, al subirse a este tranvía, puede adoptar una visión del mundo limitada por la narrativa que se le presenta, sin necesariamente buscar otras fuentes o cuestionar la información.

Las películas como tranvías narrativos

En el caso de las películas, el trayecto suele ser más elaborado y envolvente. A través de un guion cuidadosamente construido, el espectador es llevado de un punto A a un punto B emocional o temático. Aunque muchas películas ofrecen rutas fascinantes y conmovedoras, también pueden limitar el pensamiento crítico al ofrecer conclusiones cerradas, personajes arquetípicos y mensajes que no invitan a la reflexión o al debate.

El cine comercial, en particular, actúa como un tranvía que circula por rutas diseñadas para maximizar el impacto emocional y financiero, frecuentemente repitiendo fórmulas probadas. Historias de héroes, romances predecibles y finales felices son paradas habituales en estos trayectos. Mientras tanto, el espectador, absorto en la narrativa, rara vez cuestiona la construcción de la ruta o lo que queda fuera de ella.

El confort vs. el desafío

El atractivo de estos tranvías intelectuales radica en su comodidad. La televisión y las películas permiten a las personas experimentar emociones intensas, explorar mundos ficticios y reflexionar sobre cuestiones superficiales sin el esfuerzo de construir sus propias rutas intelectuales. Sin embargo, esta facilidad tiene un costo: el riesgo de conformarse con lo ya establecido y no explorar vías alternativas de pensamiento.

Cómo bajarse del tranvía

No se trata de abandonar la televisión o el cine, sino de utilizarlos como puntos de partida y no como destinos finales. Un documental puede ser el inicio de una investigación más profunda, y una película puede ser la chispa que encienda un debate o inspire una creación propia. En lugar de aceptar pasivamente la narrativa que se presenta, el espectador puede cuestionar, analizar y buscar contextos alternativos.

Conclusión

La televisión y las películas, como tranvías intelectuales, son herramientas poderosas para el entretenimiento y la formación de ideas. Pero para aquellos que buscan pensamiento crítico y originalidad, es fundamental bajarse del tranvía de vez en cuando, explorar caminos no trazados y permitir que sus mentes construyan rutas propias, más allá de los rieles narrativos establecidos.