"Todo recomienza después del fuego y la decepción"

El "fuego" y la "decepción" no son solo tragedias o fracasos, sino puntos de inflexión, purificadores y reveladores. El fuego puede destruir, sí, pero también tiene la capacidad de limpiar y abrir paso a lo nuevo. La decepción, por su parte, rompe ilusiones, máscaras, expectativas… y eso, aunque doloroso, nos devuelve a la verdad desnuda.

La idea central es que el final nunca es realmente un final. Después del colapso, de la caída, de la desilusión, no queda la nada: queda el terreno fértil, aunque herido, donde puede germinar algo nuevo. Es una afirmación de la esperanza lúcida, no ingenua: quien ha pasado por el fuego y la decepción ya no sueña como antes, pero ahora sueña con más verdad.