El cerebro es como un administrador multitarea que dedica buena parte de sus recursos a funciones automáticas: regular la respiración, el ritmo cardíaco, la digestión, coordinar movimientos, procesar estímulos... También mantiene activos los sistemas emocionales y de alerta, que operan incluso sin que nos demos cuenta.
Entonces, ¿cuánto le queda para pensar conscientemente?
Sorprendentemente, muy poco. Se estima que la actividad consciente representa solo una pequeña fracción del total: el 5% o menos de la actividad cerebral diaria. El resto lo ocupan procesos automáticos, inconscientes o preconscientes.
Esto lleva a una reflexión poderosa:
Pensar realmente exige un esfuerzo intencional. No ocurre solo porque el cerebro esté encendido. Hay que crear espacio, reducir el ruido y enfocar la atención.
Quizá por eso, la reflexión profunda es tan rara hoy en día. El cerebro está ocupado… pero no necesariamente pensando.