Convergencia o exclusión: la tecnología también delimita el mundo

Ese patrón que empieza a dibujarse en tantas noticias recientes tiene nombre: convergencia. Y sus vértices son tres: inteligencia artificial, biotecnología y sostenibilidad. Juntas están redibujando el mapa del futuro. Pero ese mapa no es plano ni neutro. Tiene jerarquías, bordes, zonas de sombra. Y en el centro de todo, una pregunta que incomoda:

¿Está esta convergencia tecnológica ampliando nuestras posibilidades… o está afianzando una nueva forma de exclusión global?

Las señales son claras. Solo un puñado de países concentra los avances en IA, los laboratorios de biotecnología más punteros, los materiales para la transición energética. Esa élite tecnológica no solo innova: impone ritmos, reglas, lenguajes. El resto observa, consume, adapta… y pierde soberanía.

La inteligencia artificial no es solo una herramienta: es ya una forma de poder. Los datos que la alimentan, los modelos que la entrenan, los sesgos que arrastra, no son universales. Son decisiones. Y esas decisiones se toman en centros de desarrollo que hablan pocos idiomas y responden a lógicas corporativas o geoestratégicas.

Lo mismo ocurre con la sostenibilidad. La revolución energética y ecológica también se construye con desigualdad. ¿Quién accede a las nuevas tecnologías verdes? ¿Quién se queda sin litio, sin semiconductores, sin voz en las negociaciones climáticas? La ecología, mal gestionada, puede convertirse en un nuevo mecanismo de exclusión.

Y en biotecnología, el panorama es aún más delicado: las herramientas para editar genes, prolongar la vida o prevenir enfermedades dependen de infraestructuras y fondos a los que la mayoría del planeta no tendrá acceso en décadas.

Es decir, la convergencia de estos campos no ocurre en un vacío: se incrusta en una geopolítica tecnológica que reproduce desigualdades y, en muchos casos, las multiplica.

Por eso no basta con celebrar los avances. Hay que preguntarse:
¿Quién diseña el futuro? ¿Quién lo codifica? ¿Quién se queda fuera mientras otros se reorganizan como nuevos imperios invisibles?

La tecnología no es solo progreso. También es frontera.
Y cada frontera define un adentro… y muchos afuera.