Cada 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Y sin embargo, cada año parece más difícil celebrarlo. En esta ocasión, la Asociación de Medios de Información ha puesto el foco en tres amenazas que se intensifican y convergen peligrosamente: la violencia contra periodistas, el uso ambiguo de la inteligencia artificial y la desinformación sistémica.
La violencia como constante silenciada
Desde hace décadas, la violencia ha sido el enemigo visible de la libertad de prensa. En 2024, más de 70 periodistas fueron asesinados según la UNESCO, muchos de ellos mientras cubrían conflictos armados o investigaban corrupción. La Federación Internacional de Periodistas eleva la cifra a 122. En ambos casos, Palestina fue señalada como el país más peligroso para ejercer el periodismo, seguida por Ucrania y Colombia.
Lo más alarmante no es solo la cifra, sino la impunidad: el 85 % de los asesinatos desde 2006 sigue sin resolverse. Tampoco escapan al riesgo los periodistas medioambientales, con más de 300 ataques documentados entre 2019 y 2023. Incluso en Europa, la guerra en Ucrania sigue generando amenazas directas al ejercicio informativo.
Inteligencia artificial: el filo de una herramienta poderosa
La IA se ha integrado en el periodismo como una promesa de eficiencia: automatiza tareas, analiza datos masivos, permite nuevas formas narrativas. Pero esa misma tecnología también puede ser usada para censurar, manipular, vigilar y desinformar.
La ONU advierte que las grandes plataformas tecnológicas utilizan algoritmos de IA para decidir qué contenidos circulan y cuáles quedan ocultos. Estas prácticas afectan directamente a la pluralidad informativa. Además, la IA generativa extrae contenido periodístico sin autorización, debilitando el modelo económico de los medios y amenazando la creatividad humana.
El escritor Manuel Rivas lo expresó con crudeza al recibir el Premio CEDRO 2025: sin una ética clara, la IA puede propiciar “un gran expolio del patrimonio intelectual y creativo”.
Desinformación: el veneno invisible
Las redes sociales han democratizado la palabra, pero también han multiplicado la desinformación a un ritmo alarmante. La UNESCO ha lanzado un plan global para regular estas plataformas y promover la alfabetización mediática, pues el daño no es solo informativo: la desinformación erosiona la confianza social, alimenta el odio y desestabiliza democracias.
En 2024, se documentaron las primeras campañas de desinformación generadas por IA contra periodistas europeos. Según Reporteros Sin Fronteras, solo 3 de cada 10 países tienen una situación “satisfactoria” en cuanto a libertad de prensa, mientras que en 31 países la situación ya es “muy grave”.
¿Hacia dónde vamos?
Hoy, el periodismo camina por una cuerda tensa entre agresiones físicas, amenazas digitales y un ecosistema mediático saturado de falsedades. La libertad de prensa no es solo un derecho de los periodistas: es una necesidad vital para las sociedades que aspiran a la justicia y la democracia.
En este contexto, el periodismo independiente, ético y valiente se convierte no solo en una profesión, sino en un acto de resistencia.